viernes, 22 de febrero de 2013

Deja vu de lo que va a venir ♪


Me despertó una brisa fresca que entraba por la ventana abierta. Debían ser las ocho de la mañana, tal vez las nueve. Abrí los ojos y bostecé como nunca. Moví la cabeza de un lado a otro y estiré los brazos. Cuando mi brazo izquierdo iba en camino al resto de cama que sobraba a mi lado y finalmente nunca se encontró con el colchón, me estremecí.
Dormía a mi lado un nene de no más de 4 años. A pesar de estar en verano, llevaba una camiseta de manga larga blanca y un pantalón gris. Giró la cabeza y siguio durmiendo de cara al sol.
Cuando medité unos segundos y pude ver todo a mi al rededor entendí que no estaba en mi casa. No era esa mi cama, ni el color de mis paredes. No tenía un ventanal tan grande como el que ahora sí tenía ni un ropero tan lleno.
Alguien me nombró desde la cocina, y solo por inercia pude responder "¿Si?". "Está el mate listo, levantate si queres. Tomás está durmiendo ahí porque volaba de fiebre, lo pasé anoche".
¿Qué? ¿Se supone que yo debía conocer a esa criatura y a esa voz que me informaba desde lejos?.
Me levanté confusa, queriendo entender que pasaba. No me salía una sola palabra.
Abrí un poco más la ventana y miré para afuera. El sol brillaba como nunca y se sentía desde la calle un montón de risas de nenes.
Vi que a un costado de la cama, arriba de un sillon estaba mi ropa. Me vestí y empecé a recorrer esa casa que no tenía ni idea de quién era ni qué hacía allí pero se sentía reconfortante.
Iba en camino al baño cuando una nena, de pelo muy largo con bucles en las puntas y nariz respingada me dijo "Ma,vos no viste mi jueguito de ciencia?.
"Ma". No, no podía ser
"No" le dije, de la forma más rotunda que pude. Siguió su camino repitiendo en voz baja los lugares en donde ya lo había buscado.
Entré al baño y me miré al espejo.
¿Qué hacían esas arrugas incipientes en la frente y las dos canas escondidas debajo del flequillo?. ¿Era esa yo?
Sonreí para intentar reconocerme. Si,claro. Era yo. Pero a la vez no.
Alguien tocó la puerta y me dijo "¿Estas bien amor?.
También respondí como una autómata.
"Si,ya salgo".
Escuché como esa misma voz, le hablaba ahora al nene que hacía diez minutos dormía al lado mío. Le preguntaba cómo se sentía y escuché cómo esa criatura le decía que bien, que si le hacían el favor de prenderle la tele para ver "los dibus".
Aproveché que todos estaban por ahí y salí casi corriendo del baño. Caminé unos diez pasos y doblé en la primer puerta que vi. Una mesa enorme, con un montón de sillas me dieron la bienvenida. Miré rápido todas las paredes. Un cuadro enorme colgado en la pared central y muchas fotos coloridas agrupadas en un rincón. Me acerqué y me tembló la vida.
En una me podía ver con facilidad abrazada a un hombre que no conocía y sosteniendo un cartel que decía "¡Nos casamos!". Se me llenaron los ojos de lagrimas cuando dos fotos más allá y con una sonrisa mucho más grande que las que yo misma conocía, me vi con una panza enorme al lado de una cuna y de, nuevamente, ese hombre que ahora también sonreía y miraba a la cámara con ojos pícaros.
Decidí que ir a la cocina a hacerle frente a la situación más extraña de mi vida era lo conveniente. Entré y me recibieron las tres sonrisas más hermosas del mundo.
Aquella nena del juego de ciencia que diez minutos más tarde me enteraría que se llamaba Alma, me mostraba sonriente un libro de pintar que había elegido como juguete esa mañana ante la inesperada desaparición del otro al que tanto buscaba.
El nene sonreía permanentemente mientras en la tele pasaban su dibujito preferido e intentaba explicarme a mi qué era lo que le causaba tanta gracia.
Y aquél hombre, de sonrisa enorme y ojos vivaces me recibía esa mañana cargandome porque según él "había dormído demasiado".
Me senté durante un rato a observar todo aquello que no lograba comprender.
Los vi reirse, contarme cosas. Vi pelear a esos dos nenes por el control remoto y vi a ese hombre decirles que fueran a jugar afuera.Que aprovecharan el solcito.
Cuando un peso enorme en los párpados me obligó a volver a cerrarlos, pedí permiso y me fui "a mi" cuarto.
Apoyé la cabeza en la almohada y me quedé profundamente dormida.
Cuando abrí los ojos otra vez, lo hice con miedo. Despacio, guardando la calma por miedo a enloquecer si me encontraba ahora en otro lugar diferente.
Desperté del todo y allí estaban todas mis cosas. Mi pequeña ventana que apenas me comunicaba con el exterior, mi ropero desordenado y mi cama de siempre.
Me senté en la cama, sonreí y entendí.
Había viajado a mi futuro, había corroborado que los hijos que aun no tengo estaban bien, había sentido latente todo el tiempo el amor de ese hombre que aun no conozco, y había vuelto tranquila a dormir satisfecha de saber que están ahí. Y a la espera de que finalmente llegue el día en que se hagan presentes e inunden mi vida de felicidad para siempre.

sábado, 16 de febrero de 2013

Mi vida con vos.


Si un montón de papeles de turrones, el ruido característico de los números de la lotería al rotar en la bolsa y alguna ropa vieja que sirva de disfraz se presentan ante mí, vuelan en mi cabeza y de una forma casi mágica, las imágenes de la infancia de mi vida que sin dudarlo ni por un segundo fue mucho más hermosa porque el destino me permitió que estuvieras ahí.
De convicciones firmes aun cuando te faltaba mucho para la voz gruesa y el pelo en el cuerpo me mostrabas la vida desde otro ángulo y otro lugar.
Si alguien nos hubiera estado observando con detenimiento, no le hubiese sido difícil darse cuenta de cuán fácil nos resultaba divertirnos si estábamos juntos. Creo que ya desde ese tiempo de sonrisas sin dientes, supe que ibas a estar en mi vida para siempre.
Y cuando alguna vez, la tormenta más grande de nuestras vidas nos azotó a los dos, ahí estuvimos también para que el viento helado nos diera en la cara . Y aunque la niebla nos tapó los ojos y nos obligó a caminar separados una parte del camino, un día y como siempre, salió el sol.
No sé si sé bien cómo agradecerte tanto por este medio, pero me la juego.
Agradecer que tuve tu sonrisa en los mejores momentos de mi vida. Agradecer tanta entrega, tanto amor.
Abrazarte hoy y a la distancia para agradecerte que hayas cambiado mi vida desde y para siempre.
Mirarte a los ojos para que me entiendas sin palabras y decirte ¡Te adoro con el alma!
Y despacito, con la intención de que nadie nos robe el secreto, decirte al oído que no te está permitido nunca más andar por otro camino sin llevarme a un costado.