domingo, 7 de diciembre de 2014

Memorias domingueras!

Mi adorado Fito y mi amiga Mercedes se miran frente a  frente en las dos paredes más amplias de mi nueva casa. Si abro las persianas de la mañana a la noche, a los dos los baña por completo un sol inmenso. Algunos días muy fuerte.Algunos otros es el vientito bahiense el que les sopla la cara y los hace sonreír.
Yo los he visto,aunque nadie pueda creerme nunca.
Creo que sonríen en complicidad. Se saben un poco dueños de muchas de las alegrías de mi vida y creo que yo también sonreiría si alguien me diera ese lugar especial.
Hace muchos años que las palabras de ambos andan cavando fosas en mi para que nunca me las olvide. Las acomodan bien,no sé nunca cómo es que lo hacen pero lo cierto es que no es dificil encontrarlas siempre listas dentro de mi cuando se me desdibujan un poco los nortes y se me mambea el corazón.

Si miro por la ventana hay muchos techos. Muchisimos. No podría contarlos. O si,pero igual me estaría olvidando de un montón. Son muchos y de muchos colores. A lo lejos,en primavera, un puñado de jacarandas se ríen sin parar hasta dejar el suelo lleno de sonrisas. Todo violeta y azul y raro. Porque es domingo y los domingos siempre son raros.
En mi ventana tres masetas resecas y sin color esperan que alguna vez les plante una primavera en medio del estomago. Algún día lo haré. Tal vez cuando a mi también me crezca una primavera en las manos,o en el pecho,o en medio de las pestañas.
Algo gira sin parar en lo alto de uno de los techos. Algunos dicen que es un extractor de aire o algo por el estilo. Yo prefiero pensar que es el tiempo. Sea lo que sea, esa cosa extraña y movediza no deja nunca de girar,día y noche,para que no me olvide nunca que el tiempo siempre sigue. Que nunca para. Que anda siempre cerca y agazapado contándonos los minutos.

Tengo un par de vecinos chinos que no paran de gritar. Aunque creo que no se pelean,que así se disparan palabras uno en la cara del otro. A veces me gustaría entender qué dicen. O convidarles un mate. O gritarles que no trabajen tanto,que nos hacen sentir vagos a los argentinos,que si quieren les llevo un vaso de agua,o una canción alegre para que no extrañen tanto a su país.
Me pregunto si ellos también sentirán hoy el olor del domingo en todos lados.

La prolijidad asiática
y el desborde latinoamericano conviven perfectamente en el techo que mas veo desde mi ventana. Siempre me hace reír eso. Me hace pensar que capaz,en una de esas,con empeño podríamos vivir todos juntos sin matarnos u odiarnos o rompernos las pelotas uno al otro.

Y el tren,claro. También está el tren. Tiene un sonido tan estridente, y particular, y especial que siempre logra que le prestes atención. Aunque más no sea un segundo en que adivinás que está pasando por acá cerca y lleva con él un sin fin de ojos que nunca vas a mirar pero que de todos modos viven y sonríen y lo observan todo. Como yo,que miro mi diminuto todo desde mi ventana, que me río de ver cómo el sol lo hace pestañear a Fito sin parar y los ácaros de mis masetas hacen estornudar a mi amiga.
Como yo que escucho el tren en toda mi casa,en las paredes y los techos y el chirriar de las ventanas.
Y siempre espero que no sea el mío.