jueves, 30 de marzo de 2017

La tristeza no es sólo brasilera

Si tuviese algún día que hacer el reaconto de aquellas anécdotas que han cavado en mi un túnel hermoso y brillante,serían muchas las que pujarían por hacerse presentes y muchas tendrían razón. Pero hoy,que llueve y mi país llora sin parar,hay una hermosa que parece no tener un hilo que lo conecte con esto y yo pienso que si.
Hace un tiempo tuve la enorme suerte de hacer un viaje tan terriblemente divertido,soñado por años,con un puñado de amigos. Guardaré por siempre en mis retinas un poco gastadas de fábrica,el momento en que bajé del colectivo y me encontré con Brasil.Google imágenes pero en la vida real. El azul más azul que haya visto lo tenía aquél puente que tantísimas veces crucé en los días que estuve ahí.
Recuerdo el salto en el aire que pegué cuando vi a mis amigos que ya habían llegado un par de horas antes y la placentera sensación en los oídos de escuchar hablar en portugués. El idioma más hermoso que se haya inventado.
Una de esas noches,gloriosas y siempre divertidas,tuvimos la suerte de conocer a Renato,el brasilero más hermosamente cálido con el que me haya cruzado. Renato sabía un poco bastante de español,mucho de sonreír grande y un montón sobre relaciones humanas. Abrazador y amigable,no tardó más de diez minutos en sumarse a tomar unas cervezas con nosotros.
Si tuviese que describir dónde estábamos,todavía no sabría como hacerlo. La prainha es una playita mínima y preciosa que parecía haber sido puesta ahí,en medio de un pueblito cualquiera de Brasil,sólo para nosotros. Un par de metros a la redonda,con un mar espléndido y claro,una conservadora llena de cervezas,mis amigos riendo y un par de piedras enormes y altas para que uno pudiese sentarse a ver el mar. De ser creyente creería que cuando dicen paraíso hablan de ella.
En uno de esos ratos que pasé ahi esa noche,me arrimé a la orilla del mar,creería que con Fede,sin temor a equivocarme,a que el mar nos moje los pies.
Nos reímos unos segundos,comentamos algo al pasar y volvimos al encuentro de los otros.
Cuando di media vuelta ahí estaba él,Gabi,dibujando en la arena algo que a simple vista no podía ser otra cosa más que un trozo de mapa donde se veía Argentina y Brasil. Renato agachado en una punta,en la parte de la arena que le correspondía a él. El cabe parado como por Mendoza,estirándose para señalar Buenos Aires y decirle "Por acá vivimos nosotros".
Renato se ríe.Yo me río.Fede me dice "Es increíble este Cabe". Me acerco y le digo al brasilero más argentino du mundo "Boludo,les tocó un país hermoso"!!!!. A ustedes también me dice,y cuando me río y estoy a punto de entrar en una disputa graciosa y llena de orgullo me dice "Hablame,hablame que me encanta cómo hablan los argentinos". Hablamos,le hablé,aprendió palabras en español y me enseñó algunas en portugués. Intercambiamos piropos acerca de los paisajes y yo creo,sin habérnoslo dicho,que ambos volvimos a soñar con un mundo sin fronteras,o con el sueño de la patria grande. No hablamos de los yanquis,no adoramos las multinacionales ni hablamos de inversiones,simplemente nos sentamos en la arena,en una playita mínima,con una cerveza en la mano en un pueblito en Brasil que no puede más de hermoso,a que se nos llenen los ojos de orgullo hablando de nuestra tierra.
Hoy,que mi país sigue teniendo montañas playas y cataratas,pienso en qué idioma le explicaría a Renato que a ese país hermoso que le describí,lo asesinan paso a paso las desigualdades,el hambre,el pueblo llorando en la calle. Pienso que tal vez igual me entendería,aunque solo llorase frente a él,porque los brasileros saben de Dilma,vieron el derroque en plena democracia y entienden de "saudace" y pasión.