domingo, 7 de diciembre de 2014

Memorias domingueras!

Mi adorado Fito y mi amiga Mercedes se miran frente a  frente en las dos paredes más amplias de mi nueva casa. Si abro las persianas de la mañana a la noche, a los dos los baña por completo un sol inmenso. Algunos días muy fuerte.Algunos otros es el vientito bahiense el que les sopla la cara y los hace sonreír.
Yo los he visto,aunque nadie pueda creerme nunca.
Creo que sonríen en complicidad. Se saben un poco dueños de muchas de las alegrías de mi vida y creo que yo también sonreiría si alguien me diera ese lugar especial.
Hace muchos años que las palabras de ambos andan cavando fosas en mi para que nunca me las olvide. Las acomodan bien,no sé nunca cómo es que lo hacen pero lo cierto es que no es dificil encontrarlas siempre listas dentro de mi cuando se me desdibujan un poco los nortes y se me mambea el corazón.

Si miro por la ventana hay muchos techos. Muchisimos. No podría contarlos. O si,pero igual me estaría olvidando de un montón. Son muchos y de muchos colores. A lo lejos,en primavera, un puñado de jacarandas se ríen sin parar hasta dejar el suelo lleno de sonrisas. Todo violeta y azul y raro. Porque es domingo y los domingos siempre son raros.
En mi ventana tres masetas resecas y sin color esperan que alguna vez les plante una primavera en medio del estomago. Algún día lo haré. Tal vez cuando a mi también me crezca una primavera en las manos,o en el pecho,o en medio de las pestañas.
Algo gira sin parar en lo alto de uno de los techos. Algunos dicen que es un extractor de aire o algo por el estilo. Yo prefiero pensar que es el tiempo. Sea lo que sea, esa cosa extraña y movediza no deja nunca de girar,día y noche,para que no me olvide nunca que el tiempo siempre sigue. Que nunca para. Que anda siempre cerca y agazapado contándonos los minutos.

Tengo un par de vecinos chinos que no paran de gritar. Aunque creo que no se pelean,que así se disparan palabras uno en la cara del otro. A veces me gustaría entender qué dicen. O convidarles un mate. O gritarles que no trabajen tanto,que nos hacen sentir vagos a los argentinos,que si quieren les llevo un vaso de agua,o una canción alegre para que no extrañen tanto a su país.
Me pregunto si ellos también sentirán hoy el olor del domingo en todos lados.

La prolijidad asiática
y el desborde latinoamericano conviven perfectamente en el techo que mas veo desde mi ventana. Siempre me hace reír eso. Me hace pensar que capaz,en una de esas,con empeño podríamos vivir todos juntos sin matarnos u odiarnos o rompernos las pelotas uno al otro.

Y el tren,claro. También está el tren. Tiene un sonido tan estridente, y particular, y especial que siempre logra que le prestes atención. Aunque más no sea un segundo en que adivinás que está pasando por acá cerca y lleva con él un sin fin de ojos que nunca vas a mirar pero que de todos modos viven y sonríen y lo observan todo. Como yo,que miro mi diminuto todo desde mi ventana, que me río de ver cómo el sol lo hace pestañear a Fito sin parar y los ácaros de mis masetas hacen estornudar a mi amiga.
Como yo que escucho el tren en toda mi casa,en las paredes y los techos y el chirriar de las ventanas.
Y siempre espero que no sea el mío.

domingo, 26 de octubre de 2014

Gracias vida.

¡Cómo suena el telefono! Sin parar. Entra y sale del sueño todo el tiempo. Hay segundos en que no entiendo nada.
Abro los ojos. Lo miro. Sos vos.
Atiendo casi al mismo instante en que mis ojos corroboran que la primera y segunda letra coinciden con tu nombre.
Digo ¿Hola,estás bien? casi como un acto reflejo.
Me acuerdo de esa mañana. Cuando yo dormía y vos llorabas. ¿Te acordás?. Estoy segura: de haber sido creyente,estaría jurando que Dios me tiró de las sábanas y me gritó que me despierte.
Te llamé y no podías hablar. Te ahogabas. Caminé las cinco cuadras como si solo hubiese tenido que irme al patio de mi casa.
Qué dia feo,lo demás te lo acordás. Vos  y yo lo sabemos. Entre todo lo gris,las dos dimos  bajito las "muchas gracias" a la vida por habernos encontrado.
Me acuerdo de eso y no te escucho. No sos voz la que  habla. Ajá.Escucho en silencio y espectante. Sonrío mucho y,otra vez,llego a vos en un tiempo récord.
De vuelta las dos,poniendonos a prueba secretamente para volver a confirmar tanta lealtad.
Te miro a los ojos y me parece creer que nunca en la vida te entendí tanto. Tenes un miedo de esos atrozmente secretos y al mismo tiempo una felicidad tan inmensa que debería ponerme a pensar mucho  cuándo fue la última vez que te vi así . Sos otra persona con el corazón de mi amiga.
En silencio,otra vez, agradezco que hayamos hecho tanto el ejercicio de entendernos sin hablarnos. Porque no podría hablarte tanto como quisiera justo en este momento. Porque ya lo soñamos y lo imaginamos tantas veces que podríamos repetirlo sin problemas. Vos y yo ya lo vivimos,aunque ésta sea la primera vez.
Si te agarro la mano,vos que sos siempre tan talentosa para comprenderme, vas a saber que es mucho más que un "acá estoy" eso de sostenerte en mi. Es un juramento que no puede hacerse con palabras porque hasta sería restarle importancia. Es un "juntas, en todas las noches de invierno en que vivir sea una cosa rarisima". Un "Vos podés,siempre. Y si no consultame." "Mi hermana"
Uf,raro.
Por momentos lloro y en muchos otros me río a carcajadas. Me trabo de risa. Me duele la panza. De nervios y de risa. Todo raro. Y lindo,re lindo.
Alguien llora y otra vez hay mucho ruido. Pero raro y fuerte. No sé,no es lindo.
Me asusto y siento que respiro mal.
Abro los ojos.
Me despierto.

Já! Mirá vos. ¿De verdad? Igual si,seguro que si. ¿No me vas a decir que vos no nos imaginás? Gracias vida. Gracias por vos.
De corazón.

sábado, 12 de julio de 2014

Un día...

Estoy a un día de saberme distinta para siempre.


Mañana cuando me levante,cuando decida abrir las ventanas y poner la pava, cuando prenda la compu y el televisor para ver qué dice el mundo,voy a estar sin darme cuenta descontando los minutos y despidiendo a mi yo anterior.
Tengo 22 años. Llevo visto cuatro mundiales de forma consciente y algunos más sin recordar absolutamente nada.
Es la primera vez en mi vida que puedo ponerme en el lugar de aquellos que dicen que vivir una final del mundo no se parece en nada a la alegría y los nervios que dan los otros seis partidos que necesariamente hay que recorrer. Aun así todavía no ha llegado la hora por lo que de todos modos todavía no puedo describir qué debe sentir el corazón cuando el reloj va avisando que faltan minutos para que el sonido del silbatazo final nos lo agolpe contra el pecho.
Por primera vez no siento la amarga sensación de tener que esperar cuatro años más para ver a mi país desbordado de alegría.
Los sub-30 como dicen por ahí escondemos siempre en el alma la insatisfacción larga y duradera de no haber podido gritar el gol del Diego a los ingleses. Será por eso,tal vez,que a veces le pedimos tanto a Messi. Porque sabemos que puede, porque cuando alguien nos habla de lo impresionante que era verlo jugar a Maradona es imposible no pensar en Lío. Porque nos pone un paño de agua fría en la cabeza para hacernos entender que la gloria no se ha terminado para nosotros, que tenemos con qué seguir fabricando héroes.
Mañana, 13 de julio de 2014 me abandono a mi misma para abrazarme para siempre a ésta que seré a partir de ahora.
Desde mañana hasta el fin de mis días podré contarle a mis nietos que yo vi llorar a esos pibes con la sola idea de imaginarse la alegría inmensa que nos han dado a todos. Que los vi transpirar la camiseta desde el sentido más literal y los escuché darse palabras de aliento para recordarse siempre que no están solos en ésta.
A partir de mañana sabré qué se siente jugar una final del mundo. Dejar el alma en ese pedacito de tierra sin importancia para muchos pero inmensamente grande para otros.
Cuando mañana ponga el televisor bien alto para no perderme un solo detalle empezarán los rituales cabuleros que todos tenemos sin ser absolutamente conscientes de ellos.
Voy a sentarme en una silla, en el lado derecho de la mesa y voy a poner los pies sobre la parte baja de una banqueta que voy a esconder debajo de la mesa. Estaré así un rato hasta que vea cómo esos pibes se juegan la vida en cada pase y cuando los ojos se me inunden de ellos, cuando vea cómo Messi empieza con ese baile indescifrable que hacen su cadera sus pies y su cabeza y se acerca al arco de ellos, cuando los vea abrir los ojos y taparse la boca porque saben que se les viene la noche, voy a bajar los pies de la banqueta y a cruzar los dedos. Así, como una maquinita,todas las veces en que ese pibito que un día no nos animamos a cobijar nos dibuje una sonrisa de esperanza en la cara.
Cuando sean ellos los que se atrevan a querer asustarnos, cuando alguno de esos atrevidos salga corriendo y Romero se ponga en posición de defensa para demostrarles que no les tenemos miedo, voy a hacer cuernitos y a cerrar los ojos. Me gusta pensar que ni se imaginan la fuerza poderosa que podremos conseguir ahí,cuando los 40 millones que estemos mirando los mufemos para siempre.
Y voy a dejar que pase el tiempo, tratando de no sufrir demasiado en el intento y voy a cerrar muchas veces los ojos para sacarle fotos a ese partido que jamas podré olvidar,aunque quiera.
Por primera vez, los pibes que nacimos después de que según los pesimistas dejamos de ser gloriosos y de infundir miedo, los que no vimos jugar en vivo a Maradona y soñamos con un Messi envuelto en banderas y copa en mano, vamos a llorar la emoción de sabernos contemporáneos de éste mundial maravilloso y absolutamente sorpresivo. Alguna de todas esas veces en que cerraré los ojos para que lo que esté viendo se convierta automáticamente en recuerdo, voy a agradecer por lo bajo la suerte inmensa de tener un Mascherano entre nosotros. Voy a sonreír de solo pensar que este tipo, es capaz de dejarnos soñar que juntos somos invencibles. Que si confiamos en él y lo alentamos, si lo aplaudimos cada vez que deja el alma por quitarles la pelota y le dibujamos la cinta de capitán en el brazo aunque no la tenga,va a regalarnos para siempre el recuerdo memorioso del día en que lo vimos calzarse un par de alas en los pies con tal de no cortarnos la esperanza.
Desde mañana para siempre estaré en deuda con estos 23 pibes.
¿Qué me importa a mi que mañana no nos traigan la copa? ¡Si yo les debo para siempre ésta alegría inmensa en la que nos han sumido desde hace días!.
Hasta el fin de mis días tendré motivos suficientes para agradecerle a estos chicos que la bandera les pese tanto en el alma.
Hace falta esperar un par de horas para llorar con ellos en vivo. Mientras tanto,y para siempre,yo me pongo de pie y los aplaudo. Porque un día, aun cuando osamos en no confiar en ellos y tuvieron que escuchar cómo hablamos de sus capacidades con absoluto descaro, éstos pibes nos dejaron soñar un rato largo con la idea de que ,el fútbol puede ser algunas veces una cuestión menor,pero otras,como éstas en las que todo un país espera el triunfo con el puño apretado, es otra de esas cosas por las que definitivamente vale la pena  estar vivo.

jueves, 10 de julio de 2014

Desfachatez Sudaca

Algunos creen que el fútbol corresponde a aquellas pequeñas cosas de la vida que alguna vez pueden ponernos una sonrisa y en el mejor de los casos cambiarnos el día pero nunca ser demasiado trascendentales.
Yo creo que no.
Yo ya sé muy bien que no se va la pobreza ni la desigualdad porque una pelota haga flamear un arco pero quién dice...tal vez la pobreza duela menos cuando hay un motivo para que los ojos se nos llenen de lágrimas de alegría.

Empiezo a tener recuerdos más o menos nítidos desde Corea-Japón hasta acá. Este mundial me encuentra en el umbral de la adultés y empiezan poco a poco a tomar sentido muchas de las cosas que crecí viendo y escuchando. Por primera vez tuvieron más peso los deseos de buena suerte que aquellos,siempre pesimistas,que no se conforman con nada que nos pretenden prolijos con pulcritud europea pero festejan los goles con la misma desfachatez sudaca que todos.

Comenzar de a poco a prestar atención a cosas que antes tal vez no veía me hizo sentir que esta vez el sueño de todos era posible.
Casi como una especie de cábala tácita, de acuerdo no dicho, escuché cómo todos los partidos un nenito que vive en mi edificio caminó el piso hasta llegar a su departamento al grito de "vamos argentina, vamos argentina".
Mi abuela,siempre descreída de los ídolos populares,se tomó la cabeza y abrió grande los ojos para decir "Que increíble Messi,qué lo parió".
Vi a mis amigos hombres estallar en un grito de gol que quién sabe cuántos años hace que traen atragantado en medio del pecho.
Por primera vez, no me importó que el mundo entero se burle de todas aquellas que decidimos comentar de fútbol y recibí mensajes de texto de mi viejo que, incrédulo, no podía creer la goleada que se estaba comiendo Brasil.
Yo,que detesto hablar por teléfono y siempre siento que las palabras no me acompañan en esos momentos, me encontré llamando a mi mamá para decirle "Siiiiiii, somos finalistas no lo puedo creer" con el nudo en la garganta y el puño apretado porque era preciso conectarse con algo para entender que seguía siendo "la vida real".

Me confieso temerosa. El partido recién empezaba y yo ya me había tapado la boca en un gesto de "por favor que no nos hagan sufrir".

Entonces ocurrió el milagro.

Ellos, los mismos que con gesto soberbio habían entrado a la cancha dispuestos a dejarnos a mitad de camino, iban poco a poco desdibujándose. Y casi sin darnos cuenta,el aire estaba lleno de apellidos nuestros y los holandeses, sospecho,empezaban a preguntarse cómo podía ser posible.
Cuando escuché a los brasileros gritar "Oooooole" la primera vez en todo el partido que los de naranja se tomaron el atrevimiento de sacarnos la pelota, se me llenó el pecho de bronca.
Después recordé que ahí adentro,los muchos años de historia,la música, la cultura,el idioma y el sentimiento son absolutamente personales. Y vi,casi sin poder creerlo, como un tipo de la talla de Mascherano nos hacía entender segundo a segundo qué es eso tan lindo de ser argentino que no se puede explicar. Podría jurarlo: Cuando por un instante pensamos que podía irse de la cancha se nos dibujó una sonrisa de ironía. A Mascherano lo sacan muerto o no lo sacan más.
Lo vi colarse por todos los rincones y estirar la pierna derecha con la intuición casi palpable de que así nos salvaba del susto y los privaba para siempre de hacer un gol que no se merecían.
Se miraron, se gritaron, se entendieron de ese modo que nosotros siempre suponemos que se entienden y que ellos, en ocasiones como estas, nos muestran orgullosos.

La Fiera lo sabe. Y nosotros también. Por eso nos regaló este pase histórico. Por eso cerró los ojos y afinó las piernas. Con cierta timidez y los botines llenos de confianza,la Fiera Rodriguez se aseguró para siempre un lugar en el anecdotario colectivo que todos guardamos en algun lugar del alma.
Y Romero. Y Messi. Y Demichelis. Y los 40 millones de tipos que al mismo tiempo lloraban la emoción de sabernos a un paso de la meta final.

Ayer,otra vez,supe que para siempre me iba a ser imposible explicar por qué no cambiaría por nada del mundo a mi país. Capaz por eso esa bronca y el ensañamiento que a veces tengo con Zorreguieta. Porque me cuesta imaginarme rodeada de banderas naranjas, abriendo los ojos cuando están a punto de meternos un gol,cantando cantitos que no se entienden,que no me hacen sentir parte,que no me llenan los ojos de lágrimas.

Al fin de cuentas no lo supe al principio ni lo sé ahora tampoco.
Yo qué sé cuanto nos influye de verdad el fútbol y cuanto tiene de ilusión que inútilmente depositamos en él.
A mi me basta con haber escuchado a un tipo que con la humildad de los grandes se tomó un segundo para hacerle saber a su compañero que definitivamente a la gloria se la busca.
Y haber visto como todo un país, por primera vez en mucho tiempo, no necesitó nada más para entender que a veces, la vida es lo más hermoso que nos han regalado.

martes, 24 de junio de 2014

Sopita de invierno!

Reinventé una sopa exquisita tres veces. Es decir hice que cada día sea una sopa más rica.

Lo cierto es que empezaron siendo unas verduras hervidas, nada fuera de lo común, que al día siguiente se hicieron sopa de verduras con el agregado siempre al pie del cañon:los fideitos munición.
La primera vez que la probé me alegré de encontrarme con ese sabor rico del zapallo por sobre lo demás, pero el sabor intacto del resto de las verduras en el paladar. Era naranja,por el zapallo.
Al otro día se lo comenté a un amigo,como al pasar, que no sabía que rica la sopa de verduras que  había hecho.Por supuesto que no fue un comentario que abriera un debate desenfrenado entre mi amigo y yo ni que nos dejara conversar un rato largo sobre sus pro y sus contras, pero al menos me quedé minimamente satisfecha. Alguien más en el mundo sabía que esa sopa estaba increíble.

La guardé en un tupper algunos días.
Creo que no quería que se terminara y que un poco hasta me había empezado a aburrir.

Me atiborré algunos días de comidas chatarras e hidratos de carbono y recurrí finalmente una noche al tuppercito de tapa roja que me miraba desahuciado hacía días.
Ahí estaba ella, radiante y a la espera. Sabía que era imperdible. Como esos hombres que pueden pasearse por una fiesta con ese aire en la cara que solo es posible de conseguir cuando uno se sabe dueño absoluto de todas las miradas.
Como esa sonrisita que se nos dibuja un segundo antes de saber un resultado que sabemos que hemos acertado.
La saqué del tupper y la puse al fuego en una ollita negra sin manija.Le agregué agua,un caldito de verduras y le puse la tapa. La dejé ahí un rato largo y seguí con mis cosas.
La serví en el tazón con cierta incredulidad,debo confesar. Temí que el pasar de los días, y el agregado del agua y los fideitos absorviendo todo el tiempo iban a ser una mezcla un tanto extraña.

Amé el momento en que la primer cucharada me obligó a retractarme.

Y ahí, sentada en la mesa con la televisión puesta en uno de esos programas de cocina donde la gente concursa para hacer el mejor Cup-Cake, pensando en que me parecen un poco boludos pero siempre termino mirándolos, revolviendo continuamente la sopa alternando con pequeños soplidos en lugares específicos, pensé que tal vez, algunas cosas de la vida que creemos lejanas y desconocidas son tan fáciles de detectar como el sonido de la lluvia.
Algunas cosas de esas que nos cansamos de escuchar y creemos comprender es la soledad.
Si uno se pusiese a conversar con sus amigos sobre lo feo de encontrarse en soledad, probablemente la mayor parte de ellos asegurará que debe ser espantoso, que se angustian de solo pensarlo y algunos, casi los más audaces, asustarán un poco a los demás con eso de que probablemente ninguno de nosotros sepamos qué siente esa gente, que debe ser casi imposible de verbalizar.
Y ahí, casi siempre, se va a producir un silencio raro como una mezcla entre largo y algo pesado. Todos sabemos que probablemente tenga razón. Que a esa gente el alma les debe pesar tanto que les impide moverse de la cama. Y ahí, cuando los ejemplos que nos inunden la cabeza y las imágenes que pagaríamos por no protagonizar nos invadan,vamos a romper otra vez el silencio para decir que si, que tienen razón que mejor hablemos de otro tema. Y a otra cosa mariposa.
Sabemos que con suerte podremos pasar una vida medianamente digna sin haber visto a la soledad asomarse muchas veces.
Y también sabemos que está la otra. La vida a media asta y las manos arrugadas de pedir por favor.
Todos vivimos un amanecer solos. No todos vieron uno acompañado.
Y ahí arranca la grieta y el espesor en el alma ¿No?. Debe ser que de esas cosas se acuerda,al final de la vida, la gente que se siente sola ¿no?.
Me imagino como una especie de anotador imaginario que se ha hecho ya un inventario de todo lo que no hicieron. Imagino también que por esos lados no haberse contado un secreto debajo de las sábanas debe pesar más que el olvido de algún color favorito o una canción preferida.
Y ahora me doy cuenta que al final eso de ponernos en el lugar del otro no nos sale nunca. Y que vivimos un montón de tiempo con los ojos cerrados, por no perdernos de nuestro camino,pensando que a nosotros no,que no nos va a pasar,que si Dios quiere no, y nos olvidamos de que todas esas veces en que a nosotros no, a los otros si.
Y en que seguramente, la soledad debe ser eso: el día que te das cuenta que hace unos cuantos platos de sopa que no tenes con quién conversar.

jueves, 12 de junio de 2014

Lluvia de otoño

Llovía. Mucho llovía. Fuerte. Como si esa vez si,de verdad,fuera la última.
En cinco minutos estuvieron inundadas las calles de bote a bote y a los quince habían ya cortado el acceso a las autopistas.
Se paralizó la ciudad.
 Al final, uno nunca está preparado para cosas así. Porque uno piensa que si,pero no.
Puedo apostar lo que sea que a la mitad de ellos,como a mi,todo este vendaval nos agarró con la heladera semi vacía.
Un espanto porque se sabe de ante mano lo mal que uno va a comer a partir de ahí y lo mucho que va a extrañar ser parte de éste mundo consumista y compulsivo.
Tengo el recuerdo latente de haber cerrado mucho las ventanas. Aunque a veces me parezca que no.
Y otras muchas confirme que directamente o las había cerrado mal o el viento espantosamente feroz que había asustado a todos  toda la noche les había arrancado los soportes.
Lo cierto es que no podría precisar a qué día de que empiece la lluvia, mi casa era ya un basural inundado.
Afuera llovía a balde. Como la última y la primera vez. Sin ninguna piedad.
Y las paredes de mi casa ya no daban a basto de chorrearse y quedar marcadas.
Arrancaron siendo gotas pesadas que caían del techo. A montones y por todos lados.
Terminaron siendo centímetros acumulados en el piso que era imposible sacar porque abrir la puerta era una odisea.
Hubo un día en que entendí que no iba a poder lograr que ese agua permaneciera ahí sin ensuciarse por completo.
Y empecé de a poco a ver que tenía razón, que las patas de mis muebles y las esquinas estaban llenas de una cobertura marrón,como pastoza pero sin ser pegadiza. Y que poco a poco las cortinas,las puertas del lavamanos,el canasto de la ropa sucia,todo iba tomando de a poco un color entre marrón indefinido y verde sucio. Y empezaba poco a poco el olor.
Es difícil reaccionar cuando ya sabes que van a tener que pasar pocos días para que ese olor empiece a descomponerte. Y no muchos más para que empiece a parecerte normal.
La lluvia no paraba. No paró nunca. Nadie nos avisó.
Un día sentí que mis pies empezaban a tener otra resistencia al agua. Empecé a sentir que casi podía acostumbrarte a esto y olvidar cómo era eso de pisar algo frío y sólido todos los días.
Al principio me asusté. Creo que me adiviné. Que me vi hoy. Y es claro, ese otro que era yo no se parece mucho a éste que soy ahora.
Con el tiempo también eso se fue, y se convirtió en sorpresa.De la linda. De la que te invade el cuerpo los primeros segundos en que vas a abrir un regalo.
Y un día se me acostumbraron los pies,la piel se estiró como nunca,y me encontré teniendo otros movimientos que nunca había tenido.
Y empecé de a poco a no acordarme si eso lo había hecho siempre así o si había algo de todo esto nuevo que me permitia hacerlo ahora .
Y se me empezó a mezclar la voz con ésto otro, y la caminata recta con esto de encontrarme más  a gusto en cuclillas.
A veces yo también me desconozco, por eso sé que no puedo juzgar a todos los que no vinieron más a verme.
Lo raro siempre asusta. Y es una lástima porque a veces lo raro ¡Es algo tan extraño pero tan hermoso!
Uno termina mareado por no poder entender ¿Qué es aquello que a los demás les ha parecido tan raro que han decidido que no van a permitirlo?
¿Cuánto de lo que no entienden prohíben? ¡Qué peligroso el dedo índice de quien decide qué si y qué no!
Y desde hace unos días me empezó esta cosa en la panza, este nudito de soga en la garganta, este fuego descomunal en la yema de los dedos que me obliga siempre a vomitar lo que me pasa sin hacerme consciente de lo que puedo perder. Es como si ese fuego en los dedos se hiciera fogata cada vez que decido no decir lo que siento. Y me quema. Mucho. Y me ahoga, me atraganta. La garganta es un fuego, como una olla de esas gigantes que tienen las bruja de los cuentos infantiles. Llenos de lava naranja mucho más calientes que el sol.
Me ampollo y me quedo en carne viva. No quiero más eso.
Me duele, no me gusta, me asusta.
Y me encuentro todos los días así, como ahora, a punto de vomitar fuego por no quemarme por dentro, y me duermo a mi mismo las ganas de salir corriendo como pueda, como mi cuerpo de ahora me lo permite, como carajo me salga para decirte a los gritos o a los ruidos raros o a los sonidos que aun no domino bien,¡Que te amo con todo lo que soy! que todavía no sé bien qué es pero me obligo todos los días a reconocer. Con lo que nunca voy a poder ser y lo que nunca quise.

Y a vos, que la inundación te pasó de lejos, que no te salieron patas raras y la piel no se te puso verdosa. A vos que no pasas éste frío helado de saberse fuera del sistema para siempre.
Del bendito sistema que te hace a vos un soldado de plomo con corazón de pulpa, como todos los hombres y mujeres maquinita que andamos escupiendo hace rato. A vos éste vendaval ni siquiera te marcó la vereda.
Y me deja  a mi, que todos los días celebro ésto que soy aunque los demás me miren raro,en una posición extraña que no sé como tomar. Y que me anuda todos los días  el pecho para no salir a gritar a los cuatro vientos que nunca somos más estúpidos que cuando creemos que la realidad y la felicidad tenían una única definición.
Y que me asusta esto del fuego y la lava naranja. Que no quiero nunca escupir fuego por la boca por no haber sabido nunca cuando era mi momento para hablar.

Y que sin contarselo mucho a nadie, para que no se gaste ese impulso primero de pedirlo, todos los días cierro un cachito los ojos para pedir volverte a ver.