domingo, 26 de junio de 2016

Domingo

El ruedo de la pollera rasgado por dentro de tanto pasarle la mano. Maldito toc de amor y de nervios.Siempre pensó que si todas esas veces ella hubiese podido decirle qué lindo que estas o qué sonrisa más hermosa llevas hoy,sus polleras estarían como nuevas. Como recién compradas.
Otras de esas cosas que van a morir con ella: todos los vestidos que compró por él. Como imaginando que tal vez es éste el elegido o aquél otro,siempre esperando al menos parecerle bella.

Ahora no va a ponerse esas polleras cortas,de géneros livianos de juventud,solo pasa la mano y recuerda porque piensa que eso es también un poco,parte de la vejez. El recordatorio eterno. Por lo que se toma su dos o tres minutos cuando y cómo le da la gana para volverse un rato a donde no quemaba el tiempo.

Casi en el umbral,siempre,en cada paseo que da por su habitación,rememorando,piensa que es una gran desgracia del destino que ese hombre no haya sido su esposo todos los inviernos de la vida.

Entre tanto pestañea para recordar que igual,ningún camino que conduzca hacia atrás va a llevarnos a un nuevo lugar así que se sacude un poco de los hombros la angustia fugaz y apaga la luz.

Cuando cierra la puerta y está del otro lado de sus recuerdos casi tangibles,no piensa que lo que ha vivido recién sea un sueño.
Le gusta pensar,mejor,que así logra un poco que todo no sea un día sólo palabras sueltas y sonidos remotos.
Para guardar un día entre las manos la sensación de esa gasa roída por ella misma,por si falta la vista y el audífono cuesta una fortuna.
Por si se olvida que alguna vez,sintió con el cuerpo en presente.