viernes, 24 de julio de 2015

Yo tengo un perro

Mi perro me mira raro. Es decir,yo creo,desde mi mentalidad de ser humano,que mi perro acaba de mirarme raro.
No entiende qué acabo de hacer, y tiene un poco de razón. Me da risa pensarlo.
Lo cierto es que,instantáneamente,no pude más que pensar: qué raro ser perro.
Y como soy humana y paso todo por la cabeza(porque como a ustedes no me han permitido no hacerlo al menos por un segundo)intento sacarme de la cabeza a la razón que grita: ¡Igual los perros no piensan! y dejar que la imaginación,que tiene en mí un altarcito lleno de discos de Fito y libros de mil autores,pase al centro de la escena,con todo el cenital encima.
Y entonces empiezo a imaginar qué creo que me pasaría si por algunos días,una semana al menos,tuviese la increíble posibilidad de volverme un perro.
Uno cualquiera,no pido una tremenda raza de perro gigante mete miedo ni un canichito bebé que apenas se da cuenta que es perro. Me da igual,cualquiera sea. De todos modos nunca volveré a serlo,así que...tampoco me da por comparar.

Durante siete días,es decir 168 horas sos solamente un perro. Nada más ni nada menos.

Yo,como humana,nunca entiendo esa capacidad rara de los perros de dormirse y despertarse con semejante velocidad.¿Han visto?En un segundo,están en cualquiera de los dos estados. Y cambian. Y hasta ladran en el medio si es que la situación lo amerita. No posponen alarma,ni tardan horas en conciliar el sueño por alguna intriga.
Asumo que un poco tiene que ver esto de que nada los corre de su eje: siempre sobrevivir.
No hay tiempo para manosearse la cara mientras el cuerpo se contornea y se dicen cosas como en  un corito de cosas inentendibles con la broca apretada. Los perros se dan ese lujo solo cuando sienten el placer de que no los ha despertado el peligro. De que todavía están a salvo.Si no,juraría que no tardan más de 3 segundos en pasar de  estar despiertos a dormidos,y ni hablar al revés.

Mi perro tiene la impunidad de los nenes chiquitos.Un niño,digamos un nene de unos 4 años,no tiene noción ni le interesa muchas veces si es que ahí,en medio de un supermercado,"queda mal"llorar y patalear a los gritos.
A mi perro tampoco.
Tiene una de esas insistencias que de haber sido humano sería ya un perdedor serial de la dignidad. Toca,sin parar,una y otra vez la puerta con la misma esperanza de la primera vez.
Casi siempre lo logra.

La gente,los que no lo conocen,tiene siempre la idea alocada de que es un perro malo y rebelde. Yo me río porque lo último que me imagino es a mi perro saliendo como una tromba a morder a alguien.
Mira,si.Vigila.Intenta además de todo pasarse la única vida de perro cuidando a sus "dueños". Pero no se pone el sayo cuando no le cabe.

Los demás,los que lo ven a diario y visitan mi casa por tantísima razones,saben ya de memoria una regla básica: No te pongas a jugar con él,porque no te deja ir nunca.
Otra vez el espíritu infantil que uno reprende sólo con culpa.

Ahora duerme,por supuesto. Hace un rato largo que dejó de mirarme y volví a ser sólo su humano a cargo. Sin embargo,yo hace rato que escribo de él.
Siempre me voy de cursi y a veces me empalago,pero a veces también me gusta.
Mi perro no tiene raza,es una extraña mezcla entre otras dos razas que nadie se pone de acuerdo en acertar. No tengo idea dónde están sus padres,tal vez si los veo no los reconozco. A veces me hace dar uno de esos enojos fugaces que uno tiene casi sin querer. Pero casi siempre lo entiendo. Hago el intento.

El duerme en la tranquilidad del sillón,mullido de almohadas y con el televisor de fondo. Yo borro y escribo,hace un rato largo,porque quiero hablar de él.

Me gusta que cada uno hayamos elegido,la extraña pero genuina forma de decirnos "gracias"