lunes, 28 de marzo de 2016

Mi yo sin prejuicios

Dónde estará el lapiz de labio. A donde el rouge,el rimel,el delineador,los lentes de sol y el quita esmalte.
A dónde habré dejado las extenciones,la planchita y el cosito de tela ese que va en la cartera,con los bolsillos llenos de soluciones.
Dónde mierda habré dejado las medias de nylon. La lisa,la otra y la cancán.
Dónde el taco de quince,la pollera cuellito y el anillo pomposo.
A dónde el perfume casi nunca importado y el espejito que además hace bulto.
La incomodidad,la esclavitud de las cosas: no te pases el dedo! No te mojes el pelo! No te las vayas a enganchar. Cuidado los escalones. Subite el vestido. Que la bombacha te quede cómoda. Bajate el vestido.

Dónde estarán mis mil caras,como antifaces,como máscaras,como parches uno encima del otro.
A dónde habrá ido mi yo sin prejuicios,sin taras,sin vicios,tan puro y vacio qué casi doy lástima.
Asumo que anda tan lejos que casi que no es recuerdo.
Aunque siempre sea bueno abrir grande los ojos algunas veces al día.
Sacarnos del oído los prejuicios,la cosita rara de no confiar en casi nadie,y la cosa horrenda de no confiar en uno.

O l o r e s

Qué poco hablamos del olfato. Quiero decir,hablar hablamos siempre de todo,eso es sabido,es casi nuestra especialidad,pero qué pocas veces hacemos el ejercicio de hablar en términos del olfato.
Contarle por ejemplo a alguien el final de un día maravilloso en esos en que apenas nos creemos que están pasando,solo con recuerdos fragantes.
Asumo que todos guardamos,en algún lugar,el recuerdo sonoro de una noche de miedo o casi todas las canciones que sonaron una noche en que te reíste hasta llorar.
Sonido e imagen vienen casi siempre de la mano. Como en los sueños,aquellos en donde sólo uno se hizo presente,pueden ser aquellos que contemos como "raros".
Para lo otro hay que hacer el ejercicio. Un poquito de esfuerzo,de hurgar ahí adentro a ver qué aparece,y sentirse así de extraño y privilegiado cuando aparece uno completito,imagen sonido y aroma.
Como esos en los que me acuerdo de ser chica y jugar con mi primo a que por un rato largo,la pieza sin usar de la casa de mi abuela fuese mágica y fabulosamente un camarín lleno de incógnitas y cosas viejas que se volvían nuevas cada vez que podíamos descubrirlas.
Una cama enorme,con un colchón muy duro,un cubrecama prolijamente lila con unos almohadones blancos,un placar enorme y algunas cosas más propias de esos lugares. Un frío inolvidable y el inconfundible olor que expulsan las viejas y conocidas bolitas de naftalina.
Siempre,si o si,indefectiblemente ese recuerdo viene  con olor.
O la inmensidad de la tienda Los Vascos,con muchos otros ruidos y particulares rutinas,como pasar a mirar cómo cantaba en inglés o algún idioma inventado de la infancia,el pescadito que estaba sobre el mostrador. Pero el mismo aroma. Todas las veces.
Durante muchos años de mi infancia estuve convencida que mi vieja tenía un perfume especial,solo de ella y sin ningún artificio exterior,que yo me encapriché en llamar desde la mismísima inocencia "olorcito a mamá". Lo elegí para dormir infinidad de noches.

Ya de grande,algunas percepciones pueden terminar por ser distintas y fragmentar los momentos en algunos menos intensos pero igual de válidos. Asomarán entonces ahí los perfumes asociados a la gente,aquellos que uno puede oler en cualquier rincón del planeta y siempre serán "Igual al que usa...",algunos aromas menos románticos como el olor a alguna bebida que algún día hayamos tomado sin moderación y ahora nos resulte extrañamente espantosa,o el olor a tierra mojada. Hermoso y mundano olor a tierra mojada. A veces me gusta pensar que es casi una preciosa condena que nos han hecho. Casi como si fuese la minúscula obligación de ser humano  y siempre animal que debemos cumplir,de adorar secretamente y sin pasarlo por la razón,a lo que nos permite siempre poder seguir.
Me gusta todo este mejunje. Lo raro,rarísimo y hermoso de poder ver en colores,de almacenar uno a uno los días en que estar vivo fue un sueño,de emocionarnos cuando la voz de alguien que hemos escuchado hasta el cansancio y a quien nunca hemos abrazado ni de lejos,aparece en el momento indicado y lo sorprendente de encontrarte recordando algún día en que fabulosamente lograste filmar el video completo de ese momento,para volver una y otra vez,como si el tiempo los manejases vos.