sábado, 12 de julio de 2014

Un día...

Estoy a un día de saberme distinta para siempre.


Mañana cuando me levante,cuando decida abrir las ventanas y poner la pava, cuando prenda la compu y el televisor para ver qué dice el mundo,voy a estar sin darme cuenta descontando los minutos y despidiendo a mi yo anterior.
Tengo 22 años. Llevo visto cuatro mundiales de forma consciente y algunos más sin recordar absolutamente nada.
Es la primera vez en mi vida que puedo ponerme en el lugar de aquellos que dicen que vivir una final del mundo no se parece en nada a la alegría y los nervios que dan los otros seis partidos que necesariamente hay que recorrer. Aun así todavía no ha llegado la hora por lo que de todos modos todavía no puedo describir qué debe sentir el corazón cuando el reloj va avisando que faltan minutos para que el sonido del silbatazo final nos lo agolpe contra el pecho.
Por primera vez no siento la amarga sensación de tener que esperar cuatro años más para ver a mi país desbordado de alegría.
Los sub-30 como dicen por ahí escondemos siempre en el alma la insatisfacción larga y duradera de no haber podido gritar el gol del Diego a los ingleses. Será por eso,tal vez,que a veces le pedimos tanto a Messi. Porque sabemos que puede, porque cuando alguien nos habla de lo impresionante que era verlo jugar a Maradona es imposible no pensar en Lío. Porque nos pone un paño de agua fría en la cabeza para hacernos entender que la gloria no se ha terminado para nosotros, que tenemos con qué seguir fabricando héroes.
Mañana, 13 de julio de 2014 me abandono a mi misma para abrazarme para siempre a ésta que seré a partir de ahora.
Desde mañana hasta el fin de mis días podré contarle a mis nietos que yo vi llorar a esos pibes con la sola idea de imaginarse la alegría inmensa que nos han dado a todos. Que los vi transpirar la camiseta desde el sentido más literal y los escuché darse palabras de aliento para recordarse siempre que no están solos en ésta.
A partir de mañana sabré qué se siente jugar una final del mundo. Dejar el alma en ese pedacito de tierra sin importancia para muchos pero inmensamente grande para otros.
Cuando mañana ponga el televisor bien alto para no perderme un solo detalle empezarán los rituales cabuleros que todos tenemos sin ser absolutamente conscientes de ellos.
Voy a sentarme en una silla, en el lado derecho de la mesa y voy a poner los pies sobre la parte baja de una banqueta que voy a esconder debajo de la mesa. Estaré así un rato hasta que vea cómo esos pibes se juegan la vida en cada pase y cuando los ojos se me inunden de ellos, cuando vea cómo Messi empieza con ese baile indescifrable que hacen su cadera sus pies y su cabeza y se acerca al arco de ellos, cuando los vea abrir los ojos y taparse la boca porque saben que se les viene la noche, voy a bajar los pies de la banqueta y a cruzar los dedos. Así, como una maquinita,todas las veces en que ese pibito que un día no nos animamos a cobijar nos dibuje una sonrisa de esperanza en la cara.
Cuando sean ellos los que se atrevan a querer asustarnos, cuando alguno de esos atrevidos salga corriendo y Romero se ponga en posición de defensa para demostrarles que no les tenemos miedo, voy a hacer cuernitos y a cerrar los ojos. Me gusta pensar que ni se imaginan la fuerza poderosa que podremos conseguir ahí,cuando los 40 millones que estemos mirando los mufemos para siempre.
Y voy a dejar que pase el tiempo, tratando de no sufrir demasiado en el intento y voy a cerrar muchas veces los ojos para sacarle fotos a ese partido que jamas podré olvidar,aunque quiera.
Por primera vez, los pibes que nacimos después de que según los pesimistas dejamos de ser gloriosos y de infundir miedo, los que no vimos jugar en vivo a Maradona y soñamos con un Messi envuelto en banderas y copa en mano, vamos a llorar la emoción de sabernos contemporáneos de éste mundial maravilloso y absolutamente sorpresivo. Alguna de todas esas veces en que cerraré los ojos para que lo que esté viendo se convierta automáticamente en recuerdo, voy a agradecer por lo bajo la suerte inmensa de tener un Mascherano entre nosotros. Voy a sonreír de solo pensar que este tipo, es capaz de dejarnos soñar que juntos somos invencibles. Que si confiamos en él y lo alentamos, si lo aplaudimos cada vez que deja el alma por quitarles la pelota y le dibujamos la cinta de capitán en el brazo aunque no la tenga,va a regalarnos para siempre el recuerdo memorioso del día en que lo vimos calzarse un par de alas en los pies con tal de no cortarnos la esperanza.
Desde mañana para siempre estaré en deuda con estos 23 pibes.
¿Qué me importa a mi que mañana no nos traigan la copa? ¡Si yo les debo para siempre ésta alegría inmensa en la que nos han sumido desde hace días!.
Hasta el fin de mis días tendré motivos suficientes para agradecerle a estos chicos que la bandera les pese tanto en el alma.
Hace falta esperar un par de horas para llorar con ellos en vivo. Mientras tanto,y para siempre,yo me pongo de pie y los aplaudo. Porque un día, aun cuando osamos en no confiar en ellos y tuvieron que escuchar cómo hablamos de sus capacidades con absoluto descaro, éstos pibes nos dejaron soñar un rato largo con la idea de que ,el fútbol puede ser algunas veces una cuestión menor,pero otras,como éstas en las que todo un país espera el triunfo con el puño apretado, es otra de esas cosas por las que definitivamente vale la pena  estar vivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario