martes, 24 de mayo de 2011

Carta abierta de Fito a los argentinos, 2002.

No quiero echar culpas, la pelea es con uno mismo.
No quiero hacer en contra de alguien o algo, sólo a favor de.
No voy a hacerme cargo de nada que no me corresponda.
Y voy a hacerme cargo de todo lo que sí.
No se habla de la fuerza, se ejerce en todas sus formas.
La vida es para luchar, dice Pablo.

No alcanza acusar a la clase dirigente, nosotros los pusimos ahí.

La cacerola es para dársela en la cabeza.

YO PROPONGO:
Comenzar por casa, entre los hermanos, entre padres e hijos.
Organizar la cuadra, el barrio, amarse y no amarse, pero estar juntos.
Mirarse a los ojos, escucharnos, ayudarnos a sentir en las estrellas.
El poder no es una abstracción, está en nosotros y en nuestros muertos.
Enterrémoslos y aprendamos a vivir con ellos,

porque quiero la memoria y también el olvido,

porque la venganza es ese oscuro placer que nos aleja de la risa.
La enfermedad está aquí, en nuestro argentino corazón.
No busquemos más afuera.
El antídoto somos nosotros o lo que queda de nosotros.
Aprovechémoslo, solo puede ser una última oportunidad.
No llamemos a una revuelta que no estamos muy seguros de conducir y desear.
Los ricos no son ricos, los ricos aquí no tienen nada más que nuestra miseria coronándolos.

La cirugía es mayor y sin anestesia, posiblemente sin cuerpo ya, porque nos devoramos los riñones,
las tripas, las vísceras, todo TODO.
Antropofagia, metafísica argentina en estado post terminal, TOMA !!
Aún muerto, este organismo sigue aniquilando. ¿Se acuerdan de esta palabra?

Los más niños no, pero todos los demás, sí.
Hace falta una estocada mortal anti-draculeana para liquidar a esta bestia impiadosa que
nos ha arrastrado hasta aquí y de la cual cada uno de nosotros, queramos o no,
alimentamos con nuestra propia plasta.
No soy tan ingenuo ya para soñar un mundo mejor
porque el mundo ya estaba hecho mucho antes que todo esto.

Pero para que nuestros hijos sean más libres y más felices vamos a
tener que trabajar y abandonar la triste idea de creernos la sal de la tierra,
una tierra que ya ni siquiera se reconoce a sí misma.

Este es un gran momento, épico y solemne.
Nuestras vidas son extraordinarias, no las vulgaricemos más.
Los amo con un amor que no estoy seguro de poseer,
los necesito para completarme, para pertenecerlos y pertenecerme.
No nos pongamos más en la boca palabras de charlatanes,
no seamos turistas de nosotros mismos.
Ojalá me equivoque, y las cosas no salgan como yo creo.
Perdonen los excesos y las metáforas. Es poco pero es lo que hay.

Y ahora sí, Buenos Aires, 16 de Febrero de 2002,
al Gran Pueblo Argentino, Salud!

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